Más de la mitad de los Directivos que me piden que les acompañe en un proceso de coaching vienen buscando ser alguien que no son.
Anhelan tener habilidades o características personales que destacan en otros pensando que son las más valoradas en sus organización o las que más éxito van a traerles, si bien en muchos casos nada tienen que ver con sus fortalezas.
El Doctor Donald O. Clifton dedicó gran parte de su vida a encontrar cuales eran los rasgos más repetidos en los líderes efectivos. Tras estudiar a más de 20.000 personas durante 3 décadas, acabó concluyendo que no existía un patrón único de liderazgo. Ghandi o Churchill pueden ilustrar este hallazgo de manera sencilla: ambos fueron grandes movilizadores de personas, sin embargo, lo hicieron poniendo en juego habilidades y motivaciones muy diferentes. Este hallazgo nos hace entender que no hay un único camino para destacar en liderazgo personal.
Lo que sí pudo concluir Doctor Clifton en su estudio, fue que todos ellos de manera más consciente o inconsciente tenían un buen auto-conocimiento de sus fortalezas propias. Así lo decía en sus propias palabras: “De la misma manera que un carpintero debe conocer sus herramientas, los grandes líderes conocen muy bien sus fortalezas y tienen la habilidad de usarlas en el momento adecuado”.
En mi propia experiencia me he podido dar cuenta que, debido a la educación recibida, tendemos a poner un exceso de atención a “arreglar lo que pensamos que no está bien”, en lugar de maximizar las oportunidades de poner en práctica lo que nos hace únicos y diferentes, mientras minimizamos o buscamos apoyo en las cuestiones donde nuestras fortalezas no vayan a marcar la diferencia.
Esto que parece sencillo de hacer, no es particularmente común en la práctica, tal y como ilustra año a año el mayor estudio de Engagement de empleado a nivel mundial realizado por Gallup, donde menos de un tercio de los encuestados dice poner en práctica sus fortalezas a menudo.
Adicionalmente al uso de las fortalezas, hay otro aspecto multiplicador para ejercer un liderazgo efectivo de manera sostenible: conocer nuestros valores. No me refiero a los que ponemos en un powerpoint (los anhelados) sino los de verdad, lo que de verdad “valoramos” en el momento presente. Como en el caso de las fortalezas, cada persona valora diferentes cosas: la creatividad, la seguridad, las relaciones, el rigor, el dejar huella, la aventura… Conocer esto bien nos va a permitir contar con mayores niveles de coherencia interna y por tanto más capacidad de resiliencia al trabajar con mayor conexión con el propósito individual.
En resumen, antes de buscar y (envidiar) lo que tienen los demás merece la pena comenzar por re-conocerse.